2012-08-01
¡Buenos días! Me
alegra poderte saludar, me alegra poderte decir que te amo, que esta sed
inmensa ha sido saciada en el servicio a mi prójimo y que mi esperanza se ha
renovado en el encuentro con los demás. Dios de infinita caridad y belleza
aunque algunas de las situaciones que motivan mis tristezas permanecen, en mi
encuentro con los demás has fortificado mi alma y renovado mis ganas de vivir.
Dios poderoso, Dios amante, Dios bello… que mi alma te alabe y glorifique con
mis actos tu grandeza, obra según tu corazón…
Tengo un amigo al
que amo y a veces me parece atractivo, hasta que se pone chocho, y en medio de
sus chocheras empieza a jugar aquel discurso de cambio de vida que enmarca su
propia lucha espiritual para aceptar lo que también él siente, así lo percibo;
pero sé que de buena fe ora por mi vida pues siento que escuchas su oración y
aunque nunca en esos días me has mostrado que deba ceder a esos discursos de
cambio de vida, si me has mostrado porque me llamaste a servir aquí.
He presenciado en
los rostros que he visto cuanto requieren de ese abrazo eterno y cálido que
das, soy testigo de cómo tus ministros por un lado hablan de amor y por el otro
con látigo expulsan a quienes tienen otra erótica, otra afectividad y otro
proceso de sexuación. He recibido testimonios, también de cómo por debajo de
cuerda gatean a buscar este afecto o como profanan un templo para saciar sus
conflictivas sexualidades. Y en esto no hay diferencia entre pastores o curas,
monjas o pastoras, ministros o como quieran llamarse, esta es una prenda intima
que todos y todas han cargado por siglos.
Y toda esta tortura
psicológica, física y simbólica se traduce en resentimiento, en un dolor no
sanado y causado por quienes debían amar, es en este dolor que me respondes y
me recuerdas cuanto amas y cuanto te impedimos amar, cuán difícil es apostarle
a nuestras limitaciones para amar… y la respuesta no esperada por mi amigo
surge, es este el lugar donde debo estar, aquí está mi llamado, mi vocación y
mi verdad. Y ni siquiera es a predicar, es tan solo dar testimonio de cómo y
hasta donde se debe amar, amar las diferencias nada más.
Mis brumas no
desaparecen y mis sueños no se resignan, pero aun así me entrego a tu voluntad,
concédeme Dios mi Amigo, mi Padre, Amante y Hermano, mi Señor y Adonai que en
tus palmas descanse mientras espero el día en que derrotes toda opresión y
persecución, que en tus pies me incline con todo mi ser y lo que soy, que en tu
pecho me abrigue cuando extrañe el amor y que en tus brazos me acojas cuando
mis fuerzas me fallen. ¡Te amo Señor!
Josue3475
Xue Eclisse
José Ramiro
Velásquez Guavita.
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